La fe se encuentra a menudo en lugares poco probables.
La Biblia cuenta la historia de una mujer pagana a la que Jesús elogió por su gran fe (Mateo 15).
Ella no fue criada como judía, conociendo las Escrituras. Ciertamente no tuvo el privilegio de caminar y hablar con Jesús como lo habían hecho los discípulos. Esta mujer había sido criada en un hogar sin Dios, en un hogar lleno de ídolos. Pero con lo poco que sabía acerca de Jesús, aplicó una fe dramática. Incluso podríamos describirlo como una fe increíble.
Uno habría pensado que la fe más fuerte habría venido de uno de los discípulos de Jesús como Pedro, Santiago o Juan. Pero vino de esta mujer pagana. La única otra vez que Jesús gritó la fe de alguien como ejemplo fue cuando un centurión romano —otro gentil— le pidió que sanara a su siervo.
A veces, si has sido criado en la iglesia, especialmente si has sido criado en un hogar cristiano o fuiste a una escuela cristiana, puedes darlo por sentado. Y en el mismo lugar donde tu corazón debe ser transformado, puede endurecerse. Todo se reduce a la forma en que escuchas.
Es por eso que Jesús a menudo decía: «¡El que tiene oídos para oír, que oiga!» Tú decides cómo reaccionarás a lo que escuchas. Espero que no vayas a la iglesia bajo coacción o presión, porque tu cónyuge quiere que lo hagas o porque tus padres quieren que lo hagas.
Espero que no pienses que si vas a la iglesia o a un estudio bíblico, te ganarás el favor de Dios. Si vienes con esa actitud en un lugar donde tu vida debe transformarse, entonces puedes tener un corazón duro y perder el punto.
Es por gracia, no por el lugar, lo que hace creyentes a la gente.