En Lucas 12:49-57, Jesús dijo a Sus discípulos que no había venido a traer la paz, sino a la división. Les dijo que estaba trayendo un bautismo de fuego a la tierra, advirtiendo a la multitud que huyera de la ira venidera.
Este fue el gran momento de crisis de la historia. Fue un tiempo de urgencia que arrasó la tierra con la aparición de Jesús. La venida de Jesús a este planeta en la plenitud del tiempo fue un tiempo de división, juicio y separación.
Era una época de elección personal, cuando los destinos eternos estaban en juego. Todos los que se encontraron con Jesús tenían que tomar una decisión, estar con él o contra él. Así, desde el momento de la primera aparición de Jesús, el mundo se ha visto atrapado en una especie de crisis que continuará hasta la última gran crisis, el último juicio.
¿Cómo se encuentran los hombres con Jesús hoy en día, enfrentando así su propia crisis de la historia?
Jesús está en el cielo, pero los hombres y las mujeres lo encuentran a través de Su pueblo, la iglesia. La iglesia es Su cuerpo y Su heraldo.
El ardiente bautismo que Jesús vino a traer cayó en un sentido en Pentecostés para encender las lenguas de Su pueblo a fin de que pudieran llevar la crisis de decisión a todos los hombres.
Conocer estas cosas debe hacernos urgentes en nuestra proclamación de Su nombre y hacernos insistir en que la generación de nuestros días esté expuesta al Señor de los Señores.