La parábola del «tesoro escondido en el campo» y el «hombre mercante que busca buenas perlas» parecen destinadas a transmitir una misma lección (Mateo 13:44-46).
Varían, sin duda, en un particular llamativo.
El «tesoro» fue encontrado por alguien que no parece haberlo buscado. La «perla» fue encontrada por alguien que en realidad estaba buscando perlas.
Pero la conducta de los buscadores, en ambos casos, era precisamente igual. Ambos «vendieron todo» para hacer que la cosa encontrara la suya.
Y es exactamente en este punto que la instrucción de ambas parábolas está de acuerdo.
Estas dos parábolas están destinadas a enseñarnos que los hombres realmente convencidos de la importancia de la salvación renunciarán a todo para ganar a Cristo y a la vida eterna.
¿Cuál fue la conducta de los dos hombres que nuestro Señor describe?
El uno estaba convencido de que había un «tesoro escondido en el campo», que le pagaría mucho -si compraba el campo- por muy grande que fuera el precio que pudiera dar.
El otro estaba convencido de que la «perla» que había encontrado era tan inmensamente valiosa que le compensaría comprarla a cualquier precio. Ambos estaban convencidos de que habían encontrado una cosa de gran valor.
Ambos estaban satisfechos de que valía la pena un gran sacrificio presente para hacer de esta cosa su propia.
Otros podrían preguntarse por ellos. Otros podrían pensar que son tontos por pagar tal suma de dinero por el campo y la perla. Pero sabían de qué se trataban. Estaban seguros de que estaban haciendo un buen trato.
En esta sola imagen, se explica la conducta de un verdadero cristiano.
Es lo que es y hace lo que hace en su religión porque está completamente convencido de que vale la pena. Viene del mundo. Ata al viejo. Al igual que Mateo, renuncia a todo, y, como Pablo, «cuenta todas las pérdidas» por el amor de Dios.
¿Y por qué? Porque está convencido de que Cristo le hará las paces por todo lo que renuncia. Ve en Cristo un «tesoro» sin fin. Ve en Cristo una preciosa «perla».
Para ganar a Cristo hará cualquier sacrificio. Esta es la verdadera fe. Este es el sello de una obra genuina del Espíritu Santo.