Después de todo lo que Jesús ha dicho y hecho -después de todos sus milagros y de la enseñanza repetida- ¿de qué están hablando los discípulos en el camino (Marcos 9:33)?
Estaban discutiendo sobre quién era el más grande. ¡Increíble! En la sociedad judía de la época -como en la mayoría de las sociedades de todas las generaciones- había un gran énfasis en el poder, la posición, el prestigio y los títulos. «¿Quién es el número uno?» sigue siendo la pregunta operativa.
Debido a que conocía sus corazones, Jesús sabía acerca de su ambición pecaminosa incluso antes de preguntar de qué estaban discutiendo. Al igual que los niños pequeños se comportaban mal, se avergonzaban de responderle.
En ese momento podría haberlos reprendido de nuevo, pero en su lugar escogió este momento para una experiencia de enseñanza inolvidable. Lo hace dando otro de Sus refranes. Para ser el primero debes ser el último. En el reino de Dios el camino hacia arriba ha bajado. Así anotó las nociones contemporáneas de poder y las reemplazó con la paradoja del liderazgo de los siervos. En esencia, está diciendo: «No importa quién tenga el título. Busca al que tiene el corazón del sirviente y ahí has encontrado a tu líder.
Jesús dijo: «El Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir, y a dar a su vida un rescate por muchos» (Mateo 20:28). Murió como un sirviente se supone que muere, dando todo lo que tenía por el bien de los demás.
Si tienes que discutir sobre quién es el mejor, puedes estar seguro de que no eres tú. Si tienes que decirme lo genial que eres, ¿qué tan genial puedes ser?
Coge un lavabo y una toalla y empieza a servir. Deja de alardear a los demás. Ese era el plan de Jesús, y todavía funciona hoy en día.