Nos maravillamos del hecho de que Dios se humilló y nació en una cueva. Pero, ¿por qué vino?
Primero, Jesucristo vino a anunciar buenas noticias a los heridos espirituales, a predicarnos las buenas nuevas. Vino a sanar los dolores del corazón. La ciencia médica ha encontrado maneras de reducir e incluso eliminar el dolor. Pero no hay cura para un corazón roto.
Jesús vino a liberar a las personas que están atadas por el pecado. Jesús vino a abrir nuestros ojos espirituales a nuestra necesidad espiritual.
Vino a levantar a los que son aplastados por la vida. Vino a darnos una vida abundante. Jesús vino a elevarnos del reino físico de los sentidos al reino espiritual para mostrarnos que hay más en la vida.
Vino a dar Su vida por nosotros. Jesús dijo: «Porque ni siquiera el Hijo del Hombre vino a ser servido, sino a servir, y a dar Su vida un rescate por muchos» (Marcos 10:45). Vino a morir. Jesucristo vino a esta tierra para buscar y salvar a los que estamos perdidos, así como un pastor busca una oveja perdida.
Así que en todo este ajetreo y bullicio, envolviendo papel, muérdago y luces de colores brillantes, vayamos a la línea de fondo. La Navidad se trata de que Dios envíe a Su Hijo a morir en una cruz. Nació para morir, para darnos una vida abundante, para darnos una vida que vale la pena vivir.