Estaba esperando el consuelo de Israel» (Lucas 2:25).
En este bebé Simeón ve el cumplimiento de todas las esperanzas y sueños del pueblo judío a través de los siglos. Llamar a Jesús «el consuelo de Israel» nos lleva de vuelta a la época de Abraham cuando el Señor dijo: «Haré grande tu nombre… y por medio de vosotros todas las naciones de la tierra serán bendecidas» (Génesis 12:1-3). Después de eso vino la reafirmación a Isaac y luego a Jacob.
- Más tarde, Dios le dijo a Moisés que un día vendría un gran profeta que sería diferente a cualquier otro profeta antes que él.
- Más tarde Dios le prometió a David un hijo que reinaría en su trono para siempre.
- Más tarde Dios habló por medio de Isaías y prometió que un hijo nacería de una virgen, y que su nombre se llamaría Immanuel — Dios con nosotros.
- Aún más tarde Miqueas predijo que el Mesías nacería en Belén.
Durante generaciones se repitieron las promesas, de padre a hijo, de madre a hija, de familia en familia, de mayores a jóvenes, y se enseñó a los niños judíos a orar por la apariencia del Mesías.
Para cuando llegues al siglo I, tienes todos estos siglos de expectativa construidos. En su gran obra La vida y los tiempos de Jesús el Mesías, Alfred Edersheim nos dice que cuando Jesús nació había gran emoción en la nación de Israel. Si bien es cierto que muchas personas no esperaban nada, también es cierto que muchos otros eran conscientes de que algo estaba en aumento y que Dios estaba empezando a agitar la olla de la historia.
Algunos judíos pensaban que el Mesías sería un gran líder político que derrocaría a Roma y restauraría a Israel en el lugar que le corresponde en el mundo. Otros pensaban que el Mesías sería Dios mismo. Otros esperaban un segundo Moisés o un segundo Elías.
Así que tuviste mucha confusión mezclada con un sentido general de expectativa. Edersheim dice que para cuando Cristo nació, una pregunta por encima de todas las demás estaba en boca de todo judío expectante: «¿Por qué el Mesías retrasa su venida?»
Ahora, después de todos esos años, después de siglos de espera, todas las promesas de Dios se estaban haciendo realidad cuando Simeón sostenía al Mesías en sus brazos. Eso es lo que Lucas quiere decir cuando llama a Jesús «el consuelo de Israel». Como dice el famoso villancico, «las esperanzas y los temores de todos los años se cumplen en tí esta noche».