Tres cruces se pararon sobre el Calvario hace 2.000 años. Esas tres cruces hablan de dos destinos, de tres hombres y en qué condición murieron.
Hoy tú y yo somos como una de esas cruces. Porque esas tres cruces nos retratan a ti y a mí. Esas tres cruces retratan todo lo que es importante hoy en día, en toda la vida y para toda la eternidad. ¿Con qué cruz te identificas?
La Cruz media era de Cristo. Murió con todo pecado en Él, pero sin pecado en Él. ¿A qué me refiero? Nunca pecó. Nunca desobedeció ninguna de las leyes de Dios. Era perfecto, sin pecado, santo, divino e intachable en la vida y la muerte. Era Dios. Pero se convirtió en pecado por nosotros. Nunca pecó, pero Dios ha «puesto sobre la iniquidad de todos nosotros.» Jesús llevó el pecado del mundo como el Cordero de Dios.
Así que nunca podemos identificarnos con Su condición porque nunca somos perfectos ni nunca Dios. Más bien podemos encontrarnos como identificados con un ladrón de un lado u otro de Jesucristo. ¿A qué me refiero?
A cada lado de la cruz de Cristo estaban las cruces del ladrón. Un ladrón fue al Paraíso con Jesús, y el otro fue a los fuegos del Infierno con Judas, la mayoría si no todos los saduceos, y probablemente Pilato y Herodes. ¿Qué hizo la diferencia?
Una ecuación simple nos ayuda a ordenar sus destinos.
El ladrón que fue al Paraíso murió de pecado en él, pero no en él. ¿Qué es eso? Murió como un pecador salvado. Murió en paz, murió limpio, perdonado, con un corazón nuevo, sin condenación, con una vida sin fin, y fue un pecador salvado. No era perfecto, no estaba sin pecado, pero fue perdonado eternamente.
El ladrón que cayó de la cruz al Infierno murió con todo su pecado sobre él y en él. Murió lleno de ira y amargura en su alma.
Solo Jesús podría ser tan audaz como para decir que no hay un camino intermedio en la carretera al cielo. Es todo o ninguno. Es recibir el don gratuito de la vida eterna o rechazarlo. Bajo ninguna condición la respuesta hacia Él debe ser NO.