Entonces dijo Jesús: Padre, perdónalos; porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34)
Este primero de las siete reses cruzadas de Jesús lo presenta en la actitud de la oración. Su ministerio público se había abierto con la oración (Lucas 3:21), y aquí lo vemos cerrando en oración.
¡Seguramente nos ha dejado un ejemplo!
Sus manos ya no ministrarían a los enfermos, porque están clavados en la cruz; Sus pies ya no lo llevarían en mandados de misericordia, porque están abrochados al árbol cruel; Ya no instruiría a los apóstoles, porque lo han abandonado y huido.
Entonces, ¿cómo se ocupa? ¡En el ministerio de la oración! Qué lección para nosotros.
Al orar por sus enemigos, Cristo no solo puso ante nosotros un ejemplo perfecto de cómo debemos tratar a los que se equivocan y nos odian, sino que también nos enseñó a no considerar a nadie fuera del alcance de la oración.
¡Si Cristo oró por sus asesinos, entonces seguramente tenemos ánimo para orar ahora por el mismo jefe de los pecadores!. Nunca pierdas la esperanza.
¿Te parece una pérdida de tiempo seguir orando por ese hombre, esa mujer, ese hijo descarriado tuyo? ¿Parece que su caso se vuelve más desesperanzado cada día?
¿Parece que habían ido más allá del alcance de la misericordia divina?
Tal vez ese que has orado tanto tiempo ha sido atrapado por uno de los cultos satánicos de la época, o ahora puede ser un ateo declarado y descarado, en una palabra, un enemigo abierto de Cristo. Recuerda entonces la cruz.
Cristo oró por sus enemigos. Aprende entonces a no mirar a nadie como más allá del alcance de la oración.
Otro pensamiento concerniente a esta oración de Cristo. Aquí se nos muestra la eficacia de la oración.
Esta intercesión cruzada de Cristo por sus enemigos se encontró con una respuesta marcada y definida.
La respuesta se ve en la conversión de las tres mil almas en el día de Pentecostés. Baso esta conclusión en Hechos 3:17, donde el apóstol Pedro dice: «Y ahora, hermanos, sé que actuaron en la ignorancia, al igual que sus gobernantes.»
Cabe señalar que Pedro usó la palabra ignorancia, que corresponde con la «no saben lo que hacen» de nuestro Señor.» Aquí está la explicación divina de los 3.000 convertidos bajo un solo sermón. No fue la elocuencia de Pedro la causa, sino la oración de El Salvador.