En cuanto al agente de la tentación, Mateo dice: «Ser tentado por el diablo»; Marcos, «Tentador de Satanás»; Lucas, «Tentado por el Diablo.» Aquí se hace hincapié en el hecho de que en la experiencia del desierto Jesús se encontró cara a cara con el príncipe del poder del aire, con el dios de este mundo, con Lucifer, hijo de la mañana, caído de su alto estado del primer rango del cielo, y ahora líder de las huestes de las tinieblas.
Ha habido muchos intentos de dar cuenta de la tentación de otras maneras. Se ha sugerido que algún hombre o compañía de hombres lo visitó en el desierto, y expresó las sugerencias del mal; algunos incluso sosteniendo que el tentador era un miembro de Su propia familia, que lo siguió al desierto, y, con motivos que no se mezclaban con la preocupación por él, se convirtieron en la voz del mal. Como todo esto es pura imaginación y no tiene la más mínima orden en las Escrituras; debe ser descartado de inmediato como falso.
El error más grave es que la tentación surgió de las operaciones naturales de la mente de Cristo. Esto es tan injustificado como el otro. Como el mal fue presentado al primer hombre, Adán, desde fuera, así también lo fue al segundo, Cristo.
Pero no es necesario tener tiempo con estos intentos inútiles de descontar la exactitud real de la narrativa de las Escrituras. Uno de los principales valores de este relato de la tentación radica en el hecho de que Jesús aquí arrastró a Satanás a la luz y reveló el hecho de su existencia y el método de sus operaciones.