Del liderazgo judío de la época de Jesús habían resucitado maestros de la ley que no sabían lo que significaba la ley.
Jesús se encontró diciendo cosas como ‘¿Eres el maestro de Israel y sin embargo no entiendes estas cosas?’ (Juan 3:10 ESV). Algunos de los maestros habían perdido todo sentido de la proporción bíblica, ‘¡sacando un gnat y tragándose un camello!’ (Mateo 23:24 ESV). Y al perder el rumbo, se vieron bajo la carga más seria de Jesús: ‘Has anulado la palabra de Dios’ (Mateo 15:6 ESV).
Emocionalmente, la respuesta de Jesús fue una combinación sin pecado de dolor e ira. ‘Los miró con ira, afligido por su dureza de corazón’ (Marcos 3:5 ESV). ¿Por qué tanto la ira como el dolor?
La ira se debía a que la gente estaba siendo herida– eternamente. Se suponía que esos maestros sabían lo que significaba la palabra de Dios, pero en cambio Jesús dijo que eran ‘como tumbas sin marcar, y la gente camina sobre ellos sin saberlo’ (Lucas 11:44 ESV).
Esto enojó a Jesús. Su trabajo era enseñar lo que Dios había dicho. En su lugar, eran guías ciegos y llevaban a otros con ellos a la zanja. Jesús amaba a la gente. Por lo tanto, estaba enojado con maestros profesionales que alaban a la gente con errores bíblicos.
Pero Jesús no solo se enojó; estaba ‘afligido por su dureza de corazón’. Estos eran sus parientes. Estos eran los líderes de su pueblo.
Estos eran los representantes de la Jerusalén que amaba y lloraba. ‘¿Será que usted había conocido las cosas que hacen la paz? Pero ahora están ocultos de tus ojos’ (Lucas 19:42). La condición de su corazón y la ceguera de sus ojos eran un dolor para Jesús.