La santificación es una de esas palabras religiosas que la gente en la iglesia usa, pero puede que no entienda lo que significa. En su sentido más básico, santificar algo es diferenciarlo para el uso y propósito especial de Dios.
Por lo tanto, a veces se dice que el pueblo de Dios es santificado porque son apartados para los propósitos especiales de Dios en el mundo: «Consagraos, por lo tanto, y sed santos; porque yo soy Jehová tu Dios. Guarda mis estatutos, y hazlos; Yo soy el Señor que os santifica» (Lev 20,7–8). Como este versículo nos ayuda a ver, la palabra santificación está estrechamente relacionada con la santidad.
La palabra santificación se puede utilizar en un sentido similar en el Nuevo Testamento, y en un sentido, los creyentes ya son santificados debido a lo que Jesús ha hecho por ellos.
Hebreos 10:10 nos dice que como seguidores de Cristo «hemos sido santificados por medio de la ofrenda del cuerpo de Jesucristo de una vez por todas.»
Pero la mayoría de las veces cuando los cristianos usan la palabra santificación, se refieren a la obra progresiva de Dios para hacer a un creyente más como Jesucristo. Como tal Pablo puede escribir: «Porque esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación: que os abstendrás de la inmoralidad sexual» (1 Tes 4:3).
Ordena a los cristianos que «presenten a vuestros miembros como esclavos de la rectitud que conduce a la santificación» (Rm 6, 19). Debido a que los creyentes han sido liberados de su esclavitud al pecado, «el fruto que obtienes conduce a la santificación y a su fin, a la vida eterna» (Rm 6, 22).
En la santificación, tanto Dios como el cristiano tienen responsabilidades específicas. Pablo manda a los creyentes que «busquen su propia salvación con temor y temblor, porque es Dios quien obra en vosotros, tanto para la voluntad como para trabajar por su buen placer» (Flp 2, 12–13).
Dios es aquel que hace la obra de hacernos más como Cristo, y participamos en esa obra mediante una vida de alejarnos continuamente del pecado y demostrar nuestra fe en Cristo al obedecer los mandamientos de Dios. El Espíritu Santo desempeña un papel clave en este proceso: al andar en el poder del Espíritu, «no saldremos de los deseos de la carne» (Ga 5, 16).
Herramientas para santificar dentro de nuestra vida diaria
Además de empoderarnos por medio de su Espíritu, Dios nos ha dado otras herramientas para crecer en nuestra santificación:
- Leer, estudiar y ser enseñados la Biblia nos permite entender mejor quién es Dios, qué ha hecho por nosotros y cómo nos llama a vivir.
- Orar expresa nuestra fe en el poder soberano de Dios para lograr lo que solo él puede hacer.
- La comunión con otros creyentes nos alienta a poner en práctica nuestra fe amándonos y llevándonos unos con otros.
- Dar destete nuestro corazón de poner nuestra confianza en las cosas fugaces de este mundo y demuestra que valoramos la obra de Dios aún más que nuestro propio consuelo.
- Compartir el Evangelio con otras personas nos brinda el gozo de participar en la obra de Dios de extender su reino.
Todas estas son herramientas diferentes que Dios utiliza para hacernos más como Jesús.
Como creyentes, nuestra esperanza se fija en el día en que Jesús regresa. Pero mientras tanto, estamos llamados a perseguir nuestra santificación en previsión de ese día. Juan explica cómo estas dos realidades se relacionan entre sí: «Mirad qué clase de amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y así es.
La razón por la que el mundo no nos conoce es que no lo conocía. Amados, ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos aún no ha aparecido; pero sabemos que cuando aparezca seremos como él porque lo veremos como es. Y todo aquel que así espera en él se purifica a sí mismo como puro» (1 Juan 3:1-3).
Debido a lo que Dios ha hecho por nosotros en Jesús, ya hemos sido apartados para sus propósitos especiales. Por el poder del Espíritu de Dios, perseguimos crecer en la divinidad para que reflejemos más claramente a Jesucristo en nuestra vida. Lo hacemos anticipando el día en que Cristo regresará y completará el proceso de santificación haciéndonos reflexiones perfectas de Cristo.